Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DESCUBRIMIENTO DE LAS REGIONES AUSTRALES



Comentario

De lo que pasó al capitán Pedro Fernández de Quirós en la corte de España, negociando licencia de Su Majestad para ir a descubrir y poblarlas partes australes; y cómo y en qué forma lo negoció, y su viaje hasta el Perú


Habiendo hablado a Su Majestad, como he referido y puesto en sus manos el primer memorial, en que declaraba mi pretensión y la importancia de ella, me oyó con la clemencia y benignidad que acostumbra, y respondió que lo mandaría ver; y luego fui hablando a don Juan Idiaquez, y al Padre confesor, y a don Pedro Franqueza, y a las demás personas del Consejo de Estado y otras graves de la corte, que podían ayudar a mi intento y despacho: a los cuales fui dando las cartas que traía del virrey del Perú y del embajador de Roma, y mostré los breves de Su Santidad, y los demás papeles, mapas y derroteros de mi descubrimiento.

Unos me admitieron bien, teniendo el negocio por grave y digno de ser favorecido. Otros hicieron poco caso de él y de mí, pareciéndoles que prometía más de lo que había de cumplir, y que para tan grande empresa era necesario persona de más partes y valor. Algunos hubo que me respondieron, que hartas tierras tenía descubiertas Su Majestad, y que lo que importaba era poblarlas y convertirlas, sin ir a buscar las que yo decía de nuevo, que estaban tan remotas y habían d¿ ser tan dificultosas y costosas de conservar, después que se hubiesen conquistado y poblado. Y no faltó quien pusiese duda en la justificación destas conquistas y en la utilidad dellas; con lo cual me fue forzoso ir haciendo más instancia con Su Majestad, dándole cada día nuevos memoriales, representando las razones que había en favor de mi empresa, y procurando satisfacer a las que se oponían en contrario. En este tiempo pasé mucho trabajo y necesidad en la corte, e hice un largo discurso de la vida que pasábamos los pretendientes en ella, y tuve diferentes respuestas, unas ásperas y otras apacibles de don Pedro Franqueza, y de otros señores del Consejo de Estado; y finalmente, el postrer día de Pascua de flores del año de mil seiscientos y tres fui llamado por don Pedro Franqueza, el cual me dijo que ya estaba despachado, y me puso con el secretario y oficial mayor suyo, llamado Matienzo, y les dijo que por su amor no me detuviesen un punto; y ansí, el sábado cinco de abril me entregaron unas cédulas de Su Majestad, en que se contenían mis despachos, las cuales se negociaron y libraron por el Consejo de Estado, y su tenor es como sigue.





Copia de la cédula de Su Majestad en cuanto al despacho principal

"Don Luis de Velasco, o el conde de Monterey mi pariente, mi visorey y capitán general en mis reinos y provincias del Perú, o cualquier otra persona que los gobernare en mi nombre al tiempo de la presentación desta. Ha venido aquí de Roma el capitán Pedro Fernández de Quirós, de nación portugués, y escrítome el duque de Sesa y de Baena, del mi Consejo de Estado y mi embajador en aquella corte, que el año Santo tuvo noticia fray Diego de Soria, Prior de Manila, de la orden de Santo Domingo, de que se hallaba en aquella corte el dicho capitán Quirós, que era un gran piloto muy plático del mar del Sur y del gran golfo que hay desde las costas de la Nueva España y del Perú al Japón e Islas Filipinas, habiendo sido piloto mayor del segundo descubrimiento que hizo el adelantado Álvaro de Mendaña; y que habiendo el dicho padre hecho instancia, en que convenía mucho al servicio de Dios y mío introducirle otra vez para que volviese a descubrir las dichas islas partes incógnitas, le hizo llamar a su casa con ocasión de preguntarle algunas cosas curiosas de su arte, y le entretuvo en ella cerca de diez y siete meses, y descubrió su ánimo, y vio muchas relaciones y papeles que tenía, y le hizo hacer otros de nuevo que comunico con el padre Clavio, y otros matemáticos y geógrafos insignes: y con las buenas pruebas y razones que hizo, todos han quedado persuadidos de que no puede dejar de haber gran pedazo de tierra firme, o cantidad de islas que se continúen desde el estrecho de Magallanes hasta la Nueva Guinea y la Java mayor y otras de aquel grande Archipiélago; y juzgan que gozando de lo mejor de las zonas tórrida y templada, por lo que se ha visto, ansí en las antiguas provincias del mundo como en las nuevamente descubiertas, que no puede dejar de hallarse en el dicho paraje mucha y muy buena tierra y muy rica, templada y por consiguiente habitada; y que tienen por muy conveniente no se pierda tiempo en descubrir aquella parte Austral incógnita hasta ahora, en que se hará gran servicio a Dios.

"Y que demás del interés y provecho que esto promete, será más fácil este descubrimiento que falta de hacerse de la parte Austral, que no lo fue el de las indias Occidentales; y que el dicho capitán, cuando volvió de aquella larga navegación que con lo que se detuvo en diferentes partes le duró dos años, ofreció a don Luis de Velasco, mi visorey del Perú vuestro predecesor, que volvería, en el mismo navío en que había venido, a aquel descubrimiento, si lo proveía de lo necesario hasta dar en la Nueva Guinea, Islas Malucas, y volver al Perú por la navegación de las Filipinas, con entera relación de todo lo que hubiese descubierto; y aunque le pareció bien, no se resolvió: que le dio cartas para mí, y su Santidad le ha oído y hablado, y gustado de lo que le ha propuesto, de manera que le ha concedido muchas gracias espirituales para aquellas partes (si yo le mando hacer dicho viaje) por lo que le han satisfecho las razones del dicho capitán, de cuyas partes, buen juicio, prático en su profesión ser trabajador, quieto, desinteresado, de buena vida, celoso del servicio de Dios y mío, y del bien público, me ha hecho el duque muy buena relación; y que en cuanto a la teoría (según lo que los matemáticos que le trataron en Roma afirmaron), entienden que hay muy pocos pilotos que entiendan lo que él, que es hábil en hacer globos, y cartas de navegar, y las entiende muy bien, y los instrumentos necesarios para la navegación, y que ha mostrado allí dos de su invención, uno para conocer navegando la diferencia que la aguja hace del nordeste y noroestar, y otro para tomar la altura con más facilidad y certeza: y que ambos han sido alabados de los padres Clavio y Villalpando, de la Compañía de Jesús, de los dotores Toribio Pérez y Mesa, que en Salamanca han leído públicamente matemáticas, y de otros geógrafos insignes, y que el dicho capitán Quirós había ofrecido al duque que siendo yo servido de que él hiciese este viaje, le haría desde España por el estrecho de Magallanes y volvería por la India oriental, habiendo dado la vuelta al mundo; y usando en mar y tierra con atención de los instrumentos que ha hecho, podría traer muy grande claridad de las verdaderas diferencias que hace la dicha aguja de marear: cosa hasta agora muy obscura y en que hay muy diversas opiniones; y de hallar la verdad se siguiría gran provecho para la facilidad de la navegación, y venir en conocimiento de la verdadera longitud y latitud de los lugares, puertos y cabos descubiertos y que se fueron descubriendo en diversas navegaciones.

"Y en esta misma conformidad me ha hecho, el dicho capitán Quirós, relación de todo lo susodicho, cerca de las navegaciones y descubrimientos; comprobando con escrituras y trazas que trae, las islas que descubrió, cuando fue por piloto mayor del dicho adelantado Álvaro de Mendaña, la diversidad de gentes que vio de diferentes colores, pero a su parecer dóciles, las islas fértiles y que prometían ser ricas; suplicándome que, teniendo consideración a su buen celo y que su fin y pretensión es el servicio de Dios y mío y la conversión a nuestra santa fe, bien de aquellas gentes, y el beneficio que pueda resultar deste descubrimiento (sin tratar de sus intereses): y demás desto facilitar la navegación de aquellos anchos mares, por la mucha plática y experiencia que tiene de ellos; fuese servido de mandarle dar un navío no muy grande, proveído de la gente, bastimentos, municiones y de las demás cosas necesarias para la dicha navegación y empresa, y que con esto confía que dispondrá las cosas de manera que se consiga lo que pretende. Y habiendo considerado su proposición, con la atención que tan grave negocio requiere, por el aumento de la fe y el beneficio de las almas de aquellas gentes remotas, anteponiendo el servicio de Dios a lo demás, como es razón, con consulta de mi Consejo de Estado, he resuelto:

"Que el dicho capitán Quirós parta luego, a hacer el dicho descubrimiento, en la primera flota para el Perú. Y así, os ordeno y mando que llegado allá, le hagáis dar dos navíos muy buenos a su satisfación, que vayan muy en orden, con el número de gente conveniente, bien avituallados, municionados y artillados, como es menester para tan larga navegación, y le hagáis proveer de las cosas necesarias para rescatar con indios, si llegare a parte donde lo pueda hacer, conforme a las órdenes generales que vos y vuestros predecesores tenéis para semejantes descubrimientos, y lo que más os pareciere convenir a mi servicio; pagando el gasto y costa de su apresto, y de la gente que en ellos se embarcare, y las vituallas, municiones y vestidos y las demás cosas que hubieren menester para su viaje, de mi Hacienda Real, y de lo más pronto y bien parado de ella. Y ordenaréis que lleve algunos religiosos descalzos de la orden de San Francisco, ejemplares, de buena vida; y ternéis la mano en que la gente que se embarcare con él en los dichos navíos sea buena y útil, dándoles orden que obedezcan y respeten al dicho capitán, en su navegación de ida y vuelta, como a su cabo y superior, que yo lo nombro por tal desde agora, cumpliendo en todo y por todos sus órdenes.

Y advertid que es mi precisa voluntad, que el dicho capitán Quirós haga luego viaje y descubrimiento sin que se difiera: y así torno a encargaros, y mandaros muy expresadamente, cumpláis con pronto efecto lo que aquí os ordeno, sin poner en ello duda ni dificultad, no obstante que esta orden no va despachada por el mi Consejo de Indias; que por ser el negocio de la dicha calidad que es, ha convenido, y yo he sido servido, que vaya por esta de mi Consejo de Estado, que en ello recibiré muy aceto servicio de vos: y con el primer navío de aviso me le daréis la llegada del dicho capitán Quirós, a esos mis reinos, y de como lo habéis despachado con los dichos navíos, bien proveídos de todo lo necesario (como se ha dicho); porque esperaré con mucho deseo nuevas del cumplimiento de ello. Y a cualesquier ministros o contadores míos, o a quien tocare tomar las cuentas de lo que en lo contenido de esta mi Real carta se gastare, ordeno y mando que reciba y pase en cuenta lo que para este efecto vos libráredes, o hiciéredes pagar de mi Real Hacienda con vuestras libranzas, o las cartas de pago y recaudos que en ellos acusáredes, sin pedir otro alguno, porque yo desde agora lo doy por bien gastado y pagado, y lo recibo y paso en cuenta. En Valladolid a treinta y uno de marzo de mil y seiscientos y tres."



Copias de otras dos cédulas reales

"Don Luis de Velasco, o el conde de Monterey mi pariente, mi visorey y capitán general en mis reinos y provincias del Perú, o cualquier otra persona que en mi nombre gobernare los dichos reinos al tiempo de la presentación desta. Aunque en otra carta aparte he mandado escribiros muy particularmente, las causas que me han movido a resolverme en mandar que el capitán Pedro Fernández de Quirós, de nación portugués, que os dará ésta, vaya con dos navíos bien proveídos de gentes, vituallas, municiones y artillería a hacer el descubrimiento de las islas y tierras Australes hasta la Nueva Guinea y Java Mayor; en ésta he querido tornar a ordenaros y mandatos, como lo hago muy expresamente, que sin reparar en dificultad o causas, que a vos se os presentasen por convenientes a mi servicio, despachéis con suma brevedad al dicho capitán Quirós con los dichos dos navíos; de manera que cumpla con gran presteza lo que le he mandado, como sé que él lo hará de su parte, y confío que lo haréis de la vuestra con darle los dichos dos navíos, como lo he ordenado. Pues demás de que conviene así a mi servicio, tengo particular inclinación y gusto al descubrimiento que ha de hacer, por el aumento que con él espero se ha de hacer de nuestra santa fe en aquellas remotas gentes, con gloria de Dios y beneficio público, que es el fin que pretendo; y así daréis aviso con el primer navío que despacháredes para acá, de lo que en ello hubiéredes hecho, pues le aguardaré con el deseo que podréis considerar. De Valladolid a treinta y uno de marzo de mil y seiscientos y tres años".





"EL REY. Cualesquier mis visoreyes, gobernadores, lugarestenientes, y capitanes generales, adelantados, y almirantes de mis Reinos y Estados y de mis ejércitos y armadas de tierra y mar, de las Indias orientales y occidentales, islas de Filipinas y otras, y de las costas de África, y todos mis ministros de justicia y guerra de cualquier nombre, calidad, nación y condición que sean, a quien esta mi Real Cédula se presentare. Por tanto yo he mandado al capitán Pedro Fernández de Quirós, de nación portugués, que pase a la ciudad de Lima en el Perú, y con dos navíos bien proveídos de gente, vituallas y municiones de vivir y guerra bien artillados vaya desde allí a descubrir la Nueva Guinea y Java mayor, y otras islas y tierras australes, y venga por ellas, dando vuelta por aquella parte al mundo, a estos mis Reinos de España a hacerme relación de lo que viere y descubriere, y de las observaciones que hiciere en mar y tierra durante su navegación, conforme a las órdenes que le he dado: os ordeno y mando, que en cualquier parte de los dichos mis Reinos y Estados que el dicho capitán o los oficiales y marineros que con él fueren, llegaren con los dichos dos navíos o parte de ellos, o con otro cualquier género de bajel, recibáis, defendáis y amparéis al dicho capitán, y a ellos en mis puertos y tierras, y le proveáis de lo que hubiere menester para acabar la dicha su navegación con mucha presteza y le asistiréis en todo lo que para ello os pidiere como a criado y capitán mío que va expresamente a ejecutar lo que le he mandado, y no le pongáis en ello impedimento ni estorbo alguno; antes le daréis favor y ayuda, como se ha dicho, por cuanto habéis cara mi gracia; porque así procede de mi voluntad y conviene mucho a mi Real servicio. En Valladolid a treinta y uno de marzo de mil seiscientos y tres años."

A estas cédulas acompañaron muchas cartas, que en la corte me dieron algunos grandes señores, para el virrey del Perú: y habiendo acudido al real consejo de Indias con los breves de Su Majestad para refrendarlos, quiso el conde de Lemos, que era presidente de aquel consejo, y los demás señores de él, enterarse de mi intento y promesa, y me mandaron que llevase un mapa, y les fuese a dar cuenta de todo a un jardín del conde, donde se juntaron para este efecto; y habiéndome oído, mostraron quedar satisfechos y aun envidiosos de que mi despacho se hubiese encaminado por el consejo de Estado. Pero yo todavía no me tuve por contento, por ver que en las cédulas que había negociado no se había puesto cláusula particular, de que por falta o muerte mía, se pudiese nombrar otra persona que siguiese y llevase adelante este descubrimiento; y ansí hice instancia para que se me despachase cédula para esto, como en resolución, después de algunos lances, la vine a conseguir, y es del tenor siguiente:

"EL REY. Don Luis de Velasco, o el conde de Monterey mi pariente, mi visorey y capitán general en mis Reinos y provincias del Perú, o cualquier otra persona que los gobernare en mi nombre al tiempo de la presentación de ésta. El capitán Pedro Fernández de Quirós, que por orden mía va a hacer el descubrimiento de la parte incógnita del Sur y otras (como más en particular se contiene en los despachos que para este efecto le he mandado dar), me ha suplicado que para asegurar el descubrimiento que ha ofrecido, y que si él faltase por muerte o enfermedad o accidente, no se pierda tan gran bien como se espera del dicho descubrimiento en servicio de Dios y de nuestra santa fe, sea servido mandaros que en el dicho caso nombréis vos persona tan hábil y suficiente cual convenga, para que con los dichos despachos y papeles y escritos que ha ofrecido dejar, de lo que ha visto y lo que espera descubrir, pueda la tal persona ir a hacer el dicho descubrimiento. Y por ser lo que pide testimonio de su celo en el servicio de Dios y mío y de la cristiandad, os encargo y mando precisamente, que si Nuestro Señor fuere servido de que el dicho capitán Quirós faltase, o no pudiese ir a ejecutar el dicho viaje, con los papeles y memorial que él dejare, para luz e inteligencia de lo que se pretende, nombréis persona en su lugar lo más suficiente que se hallare para que ejecute tan gran empresa; y al que en el dicho caso fuere, le daréis el favor y ayuda que hubiere menester, en la forma que se contiene en las dichas cédulas, que así procede de mi voluntad y conviene a mi servicio. En Aranjuez a nueve de mayo de mil seiscientos y tres."

Con esto me puse en camino para Sevilla, y hallé la flota de la Nueva España presta ya para partirse.

Procuré despacharme con toda brevedad por lo tocante a la casa de la contratación, en que hubo algunas dificultades, y la víspera de San Juan en la noche, en un bergantín me embarqué el río de Sevilla abajo; pero cuando llegué a la bahía de Cádiz, salía de ella la flota, que lo era de treinta velas, en que iba el marqués de Montes Claros proveído por virrey de la nueva España, y así como pude y la priesa dio lugar, me concerté y embarqué en una fragata de un capitán Diego Ramírez, que hacía su viaje a Tierra-firme en conserva de aquella flota. Con buen viaje, el primer día de agosto vimos la isla Marigalante, y el día siguiente, que era de la Porciúncula, tomamos puerto en la de Guadalupe, donde el virrey y virreina sé desembarcaron para oír misa, y por horas de comer los personajes de más cuenta se recogieron a las naos; quedando en tierra mucha gente a espaciarse y lavar la ropa y hacer agua, a los cuales cogieron descuidados los indios de aquella isla, que dando sobre ellos con grande alarido y rociada de flechas, se tiene por cierto que cautivaron, mataron e hirieron y fueron causa de que se ahogasen más de sesenta personas, y siete de ellos fueron frailes dominicos: lo cual causó grande pena y turbación en toda la flota y fue como pronóstico de lo que después había de suceder; porque aquella noche se turbó el cielo y se hizo Susudueste el viento, que era casi travesía, y como las naos estaban cerca de la costa y juntas unas con otras, corrieron todas grande peligro, especialmente la capitana, por haber arribado sobre ella otra nao llamada la Pandorga, con que entrambas se vinieron a perder, y fue forzoso que el virrey y virreina casi desnudos se pasasen a otras naos, dejando perdida mucha hacienda que en aquellas venía, las cuales se mandaron quemar porque no se aprovechasen de ellas los enemigos. Habiéndose las demás hecho a la mar lo mejor que pudieron, fueron prosiguiendo su viaje y nuestra fragata el suyo, en demanda de una isla que se dice Curazoa, la cual fue tan desgraciada, que la víspera de San Lorenzo se sentó e hizo pedazos en unos bajos que después entendimos ser lo que llaman isla de Aves; donde nos vimos en grande aprieto, aunque por la misericordia de Dios se salvó lo más de la gente, saliendo en la barca a ponerse sobre aquellas piedras. Con la misma barca se fue sacando lo que se pudo de la ropa y matalotage, con que nos entretuvimos, hasta que el diligente capitán mandó aserrar la barca por el medio y sobre ella armó un barco, que el postrero de agosto fue echado a la mar, y aprestado me dijo tenía determinado de enviarlo con todos los pasajeros, y a mí por cabo de él, para que fuésemos al puerto de Guaira de la ciudad de Caracas, y trujese bastimentos para los que quedaban, y algún barco o fragata en que pudiesen salir de aquel peligro y cárcel en que Dios los dejaba puestos; aunque no sé si era mayor el suyo que el que llevamos y padecimos los que íbamos en el barco. Pero con el favor de Dios, habiendo pasado grandes trabajos, llegué a Caracas, y dando cuenta del suceso al gobernador, me previne de lo necesario y volví con el refresco a mis tristes compañeros, que con penitencia y oraciones rogaban a Dios por mi vuelta, y comían a sólo dos onzas de pan, y a esta tasa sólo les quedaba para diez días. Habiéndoles entregado el socorro, dije al capitán que pues tenía bastimentos y casi hecha otra fragata, era justo siguiese yo mi derrota; y así me despedí y embarqué con ciertas personas, volviendo a Caracas, donde estuve ocho meses esperando pasaje, y noté, y escribí muy particularmente las cosas de aquella isla. Por gan ventura hallé en ella tres hijos de un hermano mío, de quien yo no había sabido en muchos años, y parece que se había casado allí y muerto, dejando viuda a su mujer con los hijos que he dicho. Y pareciéndome justo sacarlos de tan mala tierra y llevarlos en mi compañía, se los pedí a su abuela, porque también la mujer era muerta, y me envió los dos varones; quedándose con una niña.

Llegó, en fin, el tiempo de mi deseada partida, y embarquéme para Cartagena en una fragata, y en Cartagena presenté al gobernador la cédula en que Su Majestad mandaba a todos sus ministros ayudasen mi viaje, aunque él hizo poco caso de ella y de mi socorro; pero como pude me volví a embarcar para Puerto-belo y llegué a Panamá tan pobre, que había más de ocho días que no tenía un real. Entré debiendo el alquiler o flete de las mulas y otras muchas cosas, por lo cual determiné de pedir a la Audiencia de aquella ciudad se me prestasen de la caja ducientos reales de a ocho, o se me buscasen a daño por vía de mercaderes, que yo los pagaría en Lima. Pero los oidores hicieron tan poco caso de mí, como de las cédulas de Su Majestad que les presenté; diciendo que mostrase algunas que hablasen con aquella caja, y que en lo demás no había lugar; y ansí me hube de retirar a mi pobre albergue, donde fui ejecutado por al arriero y otros acreedores.

En medio de estos trabajos, un lunes treinta de agosto salió el Santísimo Sacramento de su casa al hospital, que es fabricado de madera vieja; y subiendo a lo alto, como fue mucho el peso de la gente se hundió una gran parte del sobrado, de alto de más de cinco estados, y caímos sesenta personas, y camas y enfermos, en que hubo diversos sucesos, y murieron allí luego un clérigo y un seglar, y otros salieron rotos brazos y piernas, y yo saqué de mi parte lo que me dieron, que fue un mal golpe en el costado izquierdo, una herida en el cornejal derecho, y una mano atravesada de un clavo, cuya cura me costó cuatro sangrías y dos meses y medio de cama, sin tener para todo esto un solo maravedí, y en un lugar tan costoso, donde por milagro hallé quien me acudiese ni se doliese de mí en tanta necesidad.

Mal convalecido me hube de embarcar, como pude, en una nave que partía para el Perú sin un pan, ni un jarro de agua, y Dios la dio tan buen viaje que en veinte días surgimos en Paita, y con el chasque escribí luego al conde de Monterey, que había venido por virrey de aquel reino desde la Nueva España, y volviéndome a embarcar fue Dios servido que en diez y ocho días llegué al puerto del Callao, donde desembarqué a seis de marzo de mil seiscientos y cinco con deudas del pasaje y comida, y sin dinero. Para alquilar los caballos fióme un conocido de atrás, y entré en Lima de noche; corrí los mesones sin hallar ninguna posada, hasta que Dios me deparo un ollero, que con buena voluntad aquella y otras tres noches me hospedó entre sus ollas; por lo cual puedo decir con razón que llegué a Lima, a pesar de tantos trabajos viejos, a dar principio a los nuevos, en la manera que se verá en lo siguiente.